«La Renga en Racing: Un Festín Sonoro que Hizo Historia»

En la senda inolvidable de la gira de La Renga que nos llevó hasta el Fin del Mundo, el periplo musical continuó en el mítico Cilindro de Avellaneda. Una experiencia que, con sus cuatro fechas completamente vendidas, se convirtió en un auténtico festín para los eufóricos seguidores de la banda, dispuestos a devorar cada acorde de esta celebración del rock argentino.

La travesía inició con el eco de la última canción en el confín del país, todavía resonando aún en nuestros oídos mientras nos dirigíamos al Cilindro de Avellaneda, lugar que aguardaba para ser testigo de una velada que prometía ser legendaria. La anticipación se palpaba en el aire, y la emoción se mezclaba con la expectativa de lo que sería un banquete sonoro ofrecido por La Renga.

La apertura de esta crónica histórica no puede ser otra que la exaltación de haber estado presentes en la apertura de este infernal concierto. Un privilegio que nos sumergió de lleno en la vorágine musical de una banda que, con más de tres décadas de trayectoria, sigue demostrando por qué es una de las más influyentes del rock en Argentina.

La pericia y profesionalismo de la banda fueron evidentes desde el primer acorde. Tete y Tanque, pilares rítmicos, establecieron una base sólida y demoledora, cimentando el poderío sonoro que sacudió a los miles que habían llenado el estadio. La guitarra de Chizzo , con sus riffs y solos , añadió la chispa característica que ha marcado su sonido a lo largo de los años.

La sección de vientos, comandada por Manu Varela en saxo, brindó una dimensión festiva a la propuesta . El dinamismo de los arreglos en trompetas y trombón, ejecutados por Leandro Loos, Cristian Díaz y Marcelo Garófalo, le dio un toque de «rock barrial» que resonó en cada rincón .

El repertorio, una obra maestra musical, desplegó desde la apertura con «Buena pipa» hasta el épico cierre con «Hablando de la libertad». Entre estos extremos, un viaje emocional que atravesó clásicos como «Tripa y corazón», «En el baldío», y «El rey de la triste felicidad». Cada tema, una pieza en un rompecabezas musical, construyendo una narrativa sonora que cautivó a la audiencia.

El encore, un regalo para los ávidos seguidores, culminó con «Desnudo para siempre (o despedazado por mil partes)», «Arte infernal», y «El final es en donde partí». La entrega y pasión desbordantes de la banda dejaron al público en un éxtasis colectivo, concluyendo así otro banquete que quedará grabado en la memoria de todos los presentes. La Renga, con su poder y autenticidad, nos invitó a una celebración donde el rock argentino se manifestó en su forma más pura y apasionada.

 

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